lunes, 5 de noviembre de 2012

DE LOS PIRINEOS A LOS ANDES

     El desafío más grande para ésta familia, nos llegó cuando a Sergio le propusieron en su trabajo que se trasladara a Chile. El trabajo iba a ser exactamente el mismo, pero 11.000 kilómetros más lejos de España y de nuestras familias y amigos.
     Ufff!!!, fue una difícil elección, pasamos unos días muy malos pero al final decidimos (porque creemos que era lo mejor para nosotros y las peques) que íbamos a embarcarnos en ésta aventura. ACEPTAMOS EL DESAFIO, como no cabía otra, porque así somos nosotros, valientes y aventureros, o inconscientes e impulsivos. ¿Quien sabe?. El tiempo lo dirá... El caso es que aquí estamos, en Santiago de Chile, "la capital", como dice Lara, de tanto que me ha oído explicárselo a todo el mundo.
     El viaje es larguísimo, un día entero viajando y el cuerpo no sabe ya si le toca dormir, comer o qué...Ya sólo quieres llegar.
     Salimos de la estación del Ave de Zaragoza a las 17,45 de la tarde, el viaje en el AVE es lo que menos costó. El tren es tan rápido que a lo que cierras los ojos ya estás en Madrid, además las peques iban de lo más entretenidas.¡¡Acabábamos de salir!!.



   Cuando llegamos a la estación de Atocha, nuestro siguiente objetivo era encontrar el autobús que nos llevaría al aeropuerto. ¡Qué emoción cuando las niñas encontraron la parada del autobús amarillo!!. Habíamos repasado con papá tantas veces las etapas del viaje, que cada una que se iba cumpliendo era como: ¡lo estamos haciendo bien!.
   Nos reunimos con el tío Dani en la estación, llegó a tiempo con nuestras maletas (probablemente por la cantidad de veces que le dije que lo mataría si no era puntual). Nos comimos con él nuestra última cena en España, ahora que lo pienso debí de comerme un buen plato de jamón serrano y no una hamburguesa del Mac Donalds, pero bueno...
   El viaje en avión se hace eterno, pero las chicas se portaron bien, durmieron casi 8 horas y el resto lo pasamos como pudimos viendo peliculas en la tablet, comiendo, paseando por el avión, jugando a las cartas... Hay tiempo para todo en 13 horas y media. Tuvimos un vuelo agradable porque dicen que al pasar Los Andes hay veces que hay muchas turbulencias, pero tuvimos suerte. Lara estaba asustadísima y me montó un pequeño pollo porque le daba miedo volar y cuando yo le decía que había volado muchas veces ya, ella insistía "¡¡¡¡¡¡¡¡  Pero era un bebé y ahora sí que me enteroooooo !!!!!!!!!". A mí me daba la risa, pobrecita, porque la última vez que voló tenía 4 años ¡¡cuánto tiempo ha pasado desde entonces que era un bebé!!, pero estaba realmente histérica. Cuando conseguí calmarla me explicó que tenía miedo de que una vez pasadas las montañas (que se ven perfectamente desde la ventanilla, con sus picos nevados y son enooooormes) el avión iba a caer en picado para aterrizar, porque al otro lado ya estaba Santiago. Pobrecita mía... aplaudió y todo cuando el piloto (según ella "es que conducía muy bien"), posó suavemente el avión en suelo chileno.
   Cuando vengáis a visitarnos a Santiago os explicaré todo el ritual que hay que hacer una vez que desciendes del avión. Sobre todo lo importante es no llevar nada de comida, madera o corcho en las maletas. Yo tuve que tirar a la basura un paquete de frutos secos salados que había comprado en Madrid, solo por ahorrarme el papeleo de meterlos al país, no os digo más. Pero la verdad es que se ve que con esto  han conseguido mantener ciertas enfermedades lejos de aquí y son muy estrictos.
   Cuando conseguimos salir con nuestras maletas a la sala de espera del aeropuerto, nos estaba esperando Sergio, apostado en la escalera para que no nos escapáramos. El reencuentro fue muy emocionante para todos la verdad, a nuestro alrededor la gente nos miraba, los cuatro abrazados y llorando como tontos. Nunca habíamos estado tanto tiempo separados y ahora al menos aunque lejos de casa, estamos los cuatro juntos de nuevo.
   Fuimos hablando sin parar por el camino, contándonos cosas él y nosotras a él para ponernos al día y a la vez nos fuimos dando cuenta de lo grande que es Santiago de Chile. Nos perdimos varias veces en el camino porque aunque te guíes con el gps del móvil las calles cambian de dirección según la franja horaria en la que te encuentres. Cualquier día se me lleva puesta el autobús, porque cuando bajas por la mañana los coches van hacia la derecha y cuando bajas por la tarde van hacia la izquierda. Os imagináis mirando el reloj antes de cruzar para ver si son las 9,58 o las 10,02 ???. Es un poco locura, pero también te acostumbras.


  Y ya estamos en Santiago, instaladas en nuestro nuevo hogar, al que vamos poniéndole nuestros lazos de color rosa poco a poco para hacerlo más nuestro, porque aunque sea temporal, cuanto más lo hacemos nuestro más a gusto nos sentimos.










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